Comprometido durante décadas con el mundo de la enseñanza en Extremadura (como catedrático de inglés, director de instituto, inspector de educación o director general), Diego Gálvez es autor del manifiesto educacionista LA ESCUELA DE PAPEL (2023) y del libro de ficción IR AL CIELO (2022).
La administración de las hormigas (FRAN AMAYA)
Ficha técnica: La escuela de papel. Cuento y corolario
para la mejora de la realidad del aula, Diego Gálvez
LIBRO EN FORMATO DE PAPEL
Y EN FORMATO ELECTRÓNICO (EBOOK)
LIBRO EN FORMATO ELECTRÓNICO (EBOOK)
El niño de muy corta de edad se incorpora en su cuna y mira el cuadro que cuelga en la pared: el ángel de la guarda que velará sus sueños venideros.
Un hombre sencillo nos enseña de qué madera está hecho en la intimidad un santo anónimo.
El alumno hace de maestro y recibe una lección inesperada del condiscípulo menos aventajado.
IR AL CIELO es una promesa de viejo catecismo, una añoranza del padre en un día de lluvia, un despeje brutal de la inocencia en un
pequeño cementerio abandonado.
Primero, él creyó en el Dios católico de sus antepasados, luego creyó en el fútbol, más tarde en el sexo, finalmente en sus gatos persas, que le alejaron para siempre de la vanagloria de los hombres...
LOS AÑOS DE FORMACIÓN
Gálvez maneja una prosa pulcramente cuidada, que enriquece con el uso de los términos apropiados según la ocasión (campesinos, escolares, eclesiásticos, juveniles, militares); sabe presentar de forma plástica ambientes y paisajes y, sobre todo, derrocha sabiduría literaria a la hora de caracterizar a las personas que, por distintas razones, más han marcado su existencia...
(Leer la reseña completa en el blog del periódico HOY)
LOS MISTERIOS DEL CIELO
Fran Amaya
Con frecuencia recurro a las Hojas de otoño de Víctor Hugo para recordarme cuán insignificante es el hombre ante la inmensidad de la naturaleza, cómo esta se regenera mientras que cada uno de nosotros caerá sin remedio en el olvido por más que, como sociedad, estemos individualmente empeñados en exhibir sin pudor nuestra grandeza. Me sobrecoge y me impresiona la pequeñez del hombre, todos bajo un mismo cielo al que miramos para buscar a dios, para que nos proteja en nuestra vulnerabilidad o para que nos deje caer en la nostalgia cuando su lluvia nos devuelva el recuerdo de nuestros seres queridos.
Ha vuelto a ocurrirme con la lectura de Ir al cielo de Diego Gálvez (Campanario, 1959), la primera obra de un autor que demuestra, desde sus primeras páginas, un profundo conocimiento de la literatura, no solo por las referencias literarias que aparecen, sino porque, en cada párrafo, las palabras han sido talladas una a una con oficio. El resultado, un ejercicio de estilo donde el autor se comporta como un orfebre que ha labrado con meticulosidad cada una de las diez historias que componen el libro.
Como ocurre con la imagen de la cubierta, que inspira además el primero de los cuentos —“El ángel de la guarda”—, subyace en todos los relatos un significado oculto, extraño y esencial que han llevado al autor a “ficcionar” la realidad. La ficción, la escritura, para encontrar las respuestas que no hallamos en nuestro día a día, para escapar, incluso, de nuestros propios infiernos. Para ello, Diego Gálvez realiza un viaje introspectivo a sus orígenes —el mismo autor confirma que estamos ante autoficción— y parte de objetos, personajes y momentos vividos entre la niñez y la juventud —exceptuando “Tulo y los obispos” donde el narrador ya es adulto— para buscar el sentido de las cosas en una sociedad rural marcada de principio a fin por la educación y la moral franquista.
Todas las historias están unidas porque en ellas aparece de un modo u otro el asunto religioso; y lo hace con brillantez, sin caer en el maniqueísmo y en el discurso panfletario. A veces, desde la crítica al clasismo y al abuso de poder, otras haciendo uso del humor y la ironía, pero también, en un acto de justicia poética necesario, mostrando las bondades de algunos de los personajes vinculados a la iglesia como el párroco don Francisco.
Por la precisión con la que Gálvez describe los acontecimientos ocurridos, Ir al cielo es también el fresco de una época por el que pueblan aquellos personajes anónimos que le han dejado poso, que le han permitido construir su identidad y comprender la condición humana. Un diálogo inacabable con el pasado más remoto de su vida —interesantísimo uso de la segunda persona— desde la distancia, la mesura y la perspectiva que aportan el presente. Una invitación, en fin, a contemplar los misterios del cielo.